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¿Puede el cristiano perder su salvación?

El tema es muy controversial, y ha sido asunto de debate por siglos  entre los que creen que el cristiano sí puede perder la salvación y los que rechazan dicha declaración. Existen, primordialmente, dos escuelas de teología que difieren entre sí sobre esta enseñanza: los calvinistas y los arminianos.

De acuerdo a los calvinistas: la salvación es alcanzada por el poder del Todopoderoso Dios. El Padre escoge la gente, el Hijo muere por ellos, y el Espíritu Santo hace que la muerte de Cristo sea efectiva trayendo al elegido a la fe y al arrepentimiento, causando así en ellos el obedecer voluntariamente  el Evangelio. El proceso entero (elección, redención, regeneración) es el trabajo de Dios, y es todo por gracia. Por consiguiente, es de Dios, no del hombre, determinar quién será el recipiente del don o regalo de la salvación.

Según los arminianos: la salvación es lograda a través de los esfuerzos combinados de Dios (quien toma la iniciativa) y el hombre (quien debe responder)  –siendo la respuesta del hombre el factor determinante. Dios ha provisto salvación para todo el mundo, pero su provisión llega a ser efectiva solamente para aquellos quienes, de su libre albedrío, «escogen» cooperar con Él, y de aceptar Su oferta de gracia. Es en este punto crucial, que el hombre jugará un rol decisivo, siendo así él, no Dios, el que determina quiénes serán los recipientes del regalo de la salvación.

Ambos grupos apoyan sus respectivas tesis con múltiples pasajes bíblicos, y no logran convenir en un acuerdo.

No obstante, hay una fórmula bíblica que bien puede reconciliar ambas partes  o, mejor dicho, en la que las dos escuelas deben coincidir, independientemente de sus diferencias de opiniones. Esta fórmula se encuentra en el capítulo 12 de la epístola a los Hebreos, en el versículo 14. El verso dice así: «Seguid la paz con todos, y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor.»

Así que, sin importar cuál sea la tesis que se apoye, la santidad debe ser una enseñanza fundamental en la que ambas escuelas de teología deben coincidir y estar de acuerdo. Además de ser una enseñanza fundamental del Evangelio, la santidad es el estilo de vida que todo cristiano tiene que practicar sin tomar en cuenta la denominación eclesial a la que pertenece ni el punto de vista que tenga respecto del tema que estamos tratando en esta entrada.

¿Qué es la santidad?

Santidad es, simplemente, separarse de las cosas que contaminan el espíritu y el cuerpo (véase 2 Corintios 7.1), para estar dispuesto, accesible y disponible para el Señor y Su servicio. 2 Timoteo 2.21 dice que el que «se limpia de estas cosas, será instrumento para honra, santificado, útil al Señor, y dispuesto para toda buena obra.»

Ahora bien hay que tomar en cuenta que la santidad comienza y se produce como resultado de haber sido salvo, y no es lo que en sí genera la salvación, ya que ésta es obra del sacrificio de Cristo, y es un regalo de Dios que se obtiene por medio de la fe. Esto es bueno saberlo, porque puede prevenir que nos dediquemos a «ganar» una salvación que el Señor nos regaló.

De igual manera, el haber sido salvo no nos otorga licencia para pecar, ya que el verdadero discípulo del Señor sigue sus pisadas. El mismo Jesús dijo que sus discípulos «están en el mundo», pero «no son del mundo» (Juan 17.11, 16). A lo que el apóstol Juan agregó: «Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él» (1 Juan 2.15). Santiago también añade que la amistad del mundo es enemistad contra Dios; y que «cualquiera, pues, que quiera ser amigo del mundo, se constituye enemigo de Dios» (Stg. 4.4).

¿Qué es la amistad con el mundo?

Es practicar lo que ellos –el mundo– hacen. Es vivir un estilo de vida licenciosa en la que Dios y Su Palabra no son tomados en cuenta. Recordemos que «el mundo entero está bajo el maligno» (1 Juan 5.19). Y el mundo aborreció a Jesús, y aborrece a los cristianos (Juan 7.7; 15.18; 17.14).

El mundo es el sistema de ideas, criterios y comportamientos que se levanta y se opone a las enseñanzas de Jesús, y abarca lo ético -moral y lo espiritual.

La santidad evitará que nos enredemos en este sistema, y nos hará gratos y útiles al Señor.

De modo que, en vez de estar discutiendo acerca de si el cristiano puede o no perder la salvación, deberíamos de estar enfocados y ocupados en la santificación de nuestras vidas, ya que es el medio que nos llevará a ser útiles en el reino de Dios. Porque, ¿quién quiere volver al fango de donde Dios lo sacó?

 

 

agosto 20, 2012 Posted by | Interpretaciones Bíblicas | 4 comentarios