El lado ‘positivo’ de las disensiones
Hemos estado acostumbrados a oír que las disensiones —o divisiones— no son de Dios, que la Biblia las condena, que quienes las practican no son personas espirituales, y toda clase de condenación contra ellas y contra sus causantes. Y todo esto es cierto; las disensiones son obras de la carne (Gá. 5.20) y no deben existir entre los cristianos.
Sin embargo, pese a todo lo antedicho, las disensiones tienen un lado positivo y son necesarias. De todas maneras, y como Jesús dijo, son inevitables (Mt. 18.7). De ser así, el hecho de que tengan un aspecto positivo produce cierto alivio.
Entonces, ¿cuál es el lado bueno de las disensiones? ¿Para qué sirven?
La iglesia de Corintios estaba dividida —entre otras cosas— en torno a la Cena del Señor (ver 1Co. 11.17-22). Cada vez que se reunían, cada quien se servía de la mesa y tomaba de la Cena a su manera (vrs. 21). No había unidad en cuanto al principio de la Cena que era para, solemnemente, recordar la muerte del Señor (vrss. 23-26). Pablo les reprochó en cuanto a esto (vrss. 18, 22). Y en el versículo 19, él dice algo muy interesante acerca de las divisiones. Pienso que es el pasaje bíblico más impresionante acerca de este tema. El verso dice: «Porque es preciso que entre vosotros haya disensiones, para que se hagan manifiestos entre vosotros los que son aprobados.» (Énfasis añadido.)
Contestando, pues, la pregunta: ¿Para qué sirven las disensiones? La respuesta sería: Para revelar quiénes somos. Y cuando anteriormente dije que eran necesarias, me basaba en lo que dice el texto; «Porque es preciso que entre vosotros haya disensiones (…). Las disensiones revelan el carácter de las personas que las practican. Sirven para demostrar quiénes son los «aprobados»; es decir, los creyentes genuinos.
En el capítulo tres de la misma epístola, en los versos 1-4, el apóstol dice que los que causan divisiones son niños espirituales, o, más aun, creyentes «carnales». El hecho de que no nos involucremos en disensiones no significa que ya seamos espirituales. Hay otros aspectos que también son necesarios para llegar a este nivel. Pero las divisiones manifiestan lo que hay adentro de las personas. Y este pasaje dice que los celos y las contiendas son las que las provocan (vrs. 3).
Tenemos que rendirle la mente y el corazón a Dios para que al poseerlos, Él sea el único dueño, y entonces, tengamos una mente y un corazón dóciles en los cuales, las disensiones, con sus celos y contiendas, no tengan lugar.
El Gigante Más Grande Que David Venció

Imagen cortesía de Fried Dough.